400 publicaciones, con sus más y sus menos. Como los 400 números de Amazing Spiderman que nos llevaron a “Una muerte en la familia”, y aquí si que nada volvió a ser lo mismo. Y gracias, porque telita…
Una época increíblemente convulsa en la historia de Spiderman, que había llevado al personaje a multitud de dramas continuos que se iban solapando unos a otros sin descanso para el personaje y muchísimo menos para sus lectores. Vamos, una turra de cuidado.
Que si clon por arriba, clon por abajo, clon loco, clon más loco aún, todos de intensitos a más no poder y vueltas de tuerca a la cual más rocambolesca dando la sensación de que nadie en Marvel tenía idea de que hacer con Spiderman.
Ojo que vienen SPOILERS (si a estas alturas pueden considerarse aún así).
Pero también salieron cosas buenas de aquí (como el traje de la araña escarlata, viva los 90), aunque por desgracia la continuidad de estas cosas o ha sido inexistente o no se han llevado a buen puerto. Por poner un ejemplo, por fin la tia May amochaba. YA ERA HORA. Pero si eso ya de por sí debería ser una bomba para el protagonista tal, que diese para un laaaargo arco donde pasar todas las fases del luto y ver como lo asimila y se levanta, etc. Pues que narices, dos tazas, a la cárcel de cabeza recién terminado el entierro y su clon que se iba a ir para siempre (con su melenita hortera), a hacer compañía a tu mujer que se acaba de quedar embarazada.
Si no es el argumento del culebrón más casposo que os hayáis echado a la cara, poco le falta. Totalmente infame. Raro fue que Peter no se pegase un tiro. .
Tanto se enredó el tema que bueno… pues lo que ya sabemos, MEFISTAZO y a correr.
Una pena porque era una época con el mejor @officialmarkbagleyart que yo recuerde entre todos sus trabajos, haciendo un Spiderman espectacularmente esbelto del que tomaría (en mi opinión) cierta referencia Romita Jr. para futuras aproximaciones al personaje. Pero es que además iba escoltado por un aún no tan fino Romita Jr., Sal Buscema o incluso Bill Sienkiewicz. Pero que guiones del señor J. M. de Matteis, es que no había por donde cogerlo.